¡Una sensación de angustia y de vacío por no volver a verte, de repente me cobija! Solo soy capaz de pensar que, si eso sucede, lo más cómodo para mí sería perderme entre las calles. Andar rápidamente y con tanto impulso que, entre un paso y el siguiente, los pies me queden por un momento en el aire; igual que lo haría a toda prisa si me persiguiera un alíen de pequeñas dimensiones, con intenciones de privarme de mi libertad dentro de su mundo irreal e imaginario.
Es grande la angustia. Casi desorientada, ya no me alcanzan los pensamientos para explicarme con palabras lo que siento, y para comprender todo este estado de miedo y dolor que habita en mí. A lo lejos te veo venir, y una gran cantidad de imágenes que hasta este momento solo las veía en blanco y negro, se transforman en una gama viva de colores. Esa luz brillante que nace de ti, me da fuerzas para avanzar. Me siento bien, a pesar de todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, tengo la sensación de que este viaje de mi existencia debía de hacerlo así: en solitario.
Cierro de un golpe la puerta de los temores. El sudor de mi cuerpo cesa. Siento mis pulsaciones como un mar en calma. Cada vez me encuentro más fuerte y más llena de amor. Los latidos de mi corazón se acompasan. Empujo hasta el precipicio del escepticismo todos los temores que colman sin pies ni cabeza las debilidades de cada uno de mis pensamientos, y me despierta el corazón. Ahora todo resulta que es más sencillo al darme cuenta que la puerta de vivir en solitario o acompañada es giratoria, como mi propio mundo: mi propia vida.
Me siento segura de lo que siento, porque lo que tenga que vivir, viviré, y lo voy a disfrutar al completo.
¡Una sensación de tranquilidad y de amor al verte, de repente me cobija!: me da fuerzas para avanzar.
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