Por si tú quieres saber, cuando me abandoné a mi estado de sueño en que mis sentidos quedan en suspenso, realicé un viaje tremendamente lejano.
Por si tú quieres saber, pase por dentro de la calle más empinada y con más curvas del mundo: Lombard Street. Situada entre Hyde y Leavenworth en San Francisco; una ciudad montañosa al norte de California.
En el momento que me fijé en el lugar, no tenía ni la más remota idea de hacia dónde me llevaría esa vía tan torcida. A pesar de lo dicho, una fuerza que movía a mi subconsciencia, me arrastraba a visitar la calle más famosa.
Me impresionó de manera curiosa la calle de ladrillos rojos, reservada para el tráfico en sentido de ida cuesta abajo. Asimismo, desde tanta altura tenía la facilidad de divisar gran parte de California.
Según tuve la ocasión de escuchar a otra persona señalando en un mapa; y quién por su acento suizo, era turista, lo que alcanzaba a ver al fondo del paisaje era entre otras cosas, la cárcel de Alcatraz.
Por si tú quieres saber, no fue nada de lo que ahora dejo manuscrito lo que convulsionó a mi estado de sueño.
Tan solo transcurrían poco más de diez minutos, cuando me di de bruces con una señora de pelo rubio, largo y rizado. Sus ojos eran azules y con una altura aproximada de 1.65. Era esbelta y sus piernas eran largas, por lo que su aspecto era elegante. Iba acompañada de un señor grueso, corpulento y no muy agraciado, pero con un traje de chaqueta de botonadura de pura lana virgen con motivo a cuadros de Emporio Armani. Los dos se hacían por completo los interesantes.
Un par de pasos más adelante, me fijé en un hombre que podría tener la edad de cuarenta y un años. Marca en el rostro unas arrugas hacia abajo, un rictus fruncido, el cual se expresaba con una entonación hosca. Comprobé que se estaba haciendo el duro. Censuraba por su ego vanidoso el poder dedicar el tiempo a aquello que de un modo real le produciría un estado de grata satisfacción espiritual y física.
Por si tú quieres saber, así permanecí observando a todas las personas, mientras que anduve y anduve durante todo mi viaje por una calle que me llevaba de un sueño a otro.
Cuando me suponía que estaba cerca el final de tanta curva, me tropecé en una de las esquinas a media luz con cinco personas alejadas de cualquier ruido. Me resultó inalcanzable conocer de qué hablaban, ya que prácticamente se comunicaban con lenguaje no verbal. Sus semblantes manifiestan desconfianza. Tuve la impresión como al darse cuenta de mi presencia, inclinaron la cabeza al suelo por temor a que conociera su identidad. Ahora entiendo, que por el temor a expresar en voz aquello que sienten, y a posteriori a ser repelidos por el resto de seres humanos.
En el momento que me encontraba al final de la calle, pude ver en un balcón a dos personas que, por su actitud, eran dos enamorados. Aunque por las súplicas, algo grave sucedía entre ellos:
—No puedo, no puedo… ¡No puedo decirte «para siempre»! …
Proseguí mis pasos cuesta abajo, al tiempo que hacía mío el dolor de la pareja al no tener la posibilidad de amar sin límites.
Percibí muy poco amor en mí viaje, y fue el momento más triste de toda la noche.
Las lágrimas me bajaron hasta rozar el labio, y salí de mi estado de sueño.
La luz del despertar el alba se cuela por el resquicio de mi ventana. Después de frotarme los ojos, suspiré aliviada. A pesar de tanta adversidad, he podido comprobar que todo forma parte de un desagradable sueño, y que la vida todavía no ha pasado de moda.
Por si tú quieres saber, he mantenido un breve diálogo interno, el cual ahora te hago partícipe.
Depende de ti que pase de moda el hacernos los interesantes.
A ti también te incumbe el hecho de hacernos los más invencibles y valientes.
Solo tú tienes la autoridad para dar la libertad a los demás para no poder decir y hacer aquello que te vive con intensidad en tu espíritu.
En la caja fuerte de tu vida; tu alma, nadie te puede robar tus «para siempre», porque la inocencia, si no la dejas morir en la desidia, irá contigo hasta el fin de los días.
Por si tú quieres saber, pregúntale a cualquier lucero del alba cuando ha pasado de moda la riqueza de soñar. Te confesará que, si lo anhelas con toda el alma, podrás viajar en zigzag o línea recta hasta convertir en realidad tu sueño de vida más complejo e IRRE alizable.
Por si tú quieres saber, a través de mi estado de sueño o con los cinco sentidos bien despiertos, yo no dejaré que mis experiencias vitales sólo se queden en lo que viví hace rato, o hace tiempo.
Los viajes más profundos de mi alma seguirán vigentes en cualquier etapa de la moda de mi vida: vivir.
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