Las palabras, ése conjunto de letras que juntas forman frases capaces de trasmitir tantas cosas: risas, llantos, esperanza, fe, juegos, quejas, añoranzas, deseos, experiencias, inquietudes, miedos
Palabras y miradas, que aunque parecen no dicen nada, sí lo hacen bastante. Las palabras son más que palabras: emociones y sentimientos personales que lanzamos en forma de mensajes a quienes nos escucha, nos ven, a quienes queremos ó porqué no, a quienes ni siquiera conocemos, pero les hablamos con una clara intención.
En fotos, en vídeos, en prensa, en la arena de la playa, en el tronco de un árbol, incrustadas en rocas… Cada lugar guarda su misterio, y su magia, dejando huella, aún sea sólo una mera provocación o una muestra de autentico afecto.
¿Creemos en lo que queremos decir? ¿Nos detendrá el abrirnos por miedo al efecto que puede tener en la sociedad, ó en nosotros mismos exponernos sin saber las consecuencias? ¿Se trata de una provocación, ó solamente es una manera de llamar la atención, y dar qué pensar?
Debemos mimar y cuidar el regalo que supone poder expresar cuantas cosas puedan doler, las que te animen y hagan echar una sonrisa, las que forman parte de ése sueño que cada día quieres encontrar por alguna esquina, o por el hecho de poder decir las necesidades de afecto, poder llamarte por teléfono y charlar sin darte cuenta que han pasado dos horas desde que marcaste el número de tu madre, abuelo, hermana, amigo(a) […] Sin enclaustrarnos en la rutina diaria automatizando cada uno de los actos y comportamientos que por inercia llevan a no pensar, a casi ni sentir, y decir las cosas como si nada tuviera que ver contigo: ir y venir al trabajo, llevar y recoger a los niños del colegio, ayudar a los abuelos en casa, hacer los recados de casa […]
Frases que bien hablan de lo que que quieres expresar, y que muestran el estado anímico, dices, pero no dices sin medias tintas:
• “Bésame, y verás las estrellas, ámame, y yo te las daré”.
• “Si no tienes confianza, siempre encontrarás una manera de perder”.
• “Si nunca has tenido miedo, vergüenza o dolor, significa que no has corrido ningún riesgo; te da igual, estar vivo, que no estarlo”.
• “El que no se levanta por nada, caerá por nada”.
• “No pierdas la esperanza. Cuando se pone el sol, salen las estrellas. La fe te da toda la esperanza que necesitas”.
-Amor, desconcierto, esperanza, ilusión, fe, enfado, amistad […] – Tengo claro, que tenemos claro lo que queremos decir en todo momento, y, con lugar a equivocarme, creo ustedes también lo tienen claro.
Tanta es la expectación de lo que podemos decir o viceversa, así tan inaudito cuando la gente dice lo que piensa sin guardarse en la manga la verdad de lo que siente, piensa y quiere, que resulta ser una auténtica sorpresa y motor en la comunicación y relación para tomar consciencia del poder y del valor que tienen las cosas que salen del corazón; siendo más que meras palabras.
Ay la palabra… ¡¡Cuánto bien se puede hacer con ella pero, también, cuánto mal…!!
Completamente de acuerdo, Arancha, con lo que aquí escribes.
La verdad es que hay muchas personas que fueron educadas – acertada o erróneamente – para no manifestar sentimiento alguno, fuera de alegría o de tristeza. Yo soy una de ellas y es algo que siempre tendré. Sobre todo, mi abuela materna era muy estricta para eso: quedaba terminantemente prohibido mostrar afecto o tristeza. Y lo cumplió hasta que el Alzheimer hizo acto de presencia… Paradójicamente, a raíz de cuidarla, ese «defecto» que tengo se ha mitigado bastante.
En cualquier caso, no creo que ello tenga que ver con los prejuicios; al menos no en mi caso. Simplemente, es una forma de educación, de actuar en la vida, que puede o no compartirse. No dudo que en algunos casos los prejuicios estén detrás pero, de los casos que conozco, no es así.
Respecto al anonimato, siempre me ha parecido mal. Otra cosa es escribir bajo pseudónimo: en principio no me parece negativo, siempre que se sepa de quién se trata.
Gran artículo, Arancha.
Un abrazo muy fuerte,
Alberto.
Hola Alberto,
Mi enorme alegría al verlo por aquí, agradeciéndole compartir en este rinconcito de la Buhardilla en el que tumbando barreras, es posible gracias no sólo a los medios, sino a que como usted, amigos(as) entren y compartan, hablemos de nuestras cosas así con naturalidad, como debe ser, sin prejuicios, pues no hay nada en mi opinión más bonito que compartir. Y agradezco enormemente, ése también sea su deseo, gracias.
Ciertamente hemos pasado por una época pasada en la que ser fuerte no tener casi sentimiento sensible, de afecto alguno era lo que debía ser, casi como obligando a declinar cualquier sentimiento por uno mismo y por los demás, de no ser así, estaba mal visto, se rechazaba y se burlaba de quién así no podía sentirlo. Todo en mi modo e verlo como una forma de autoprotección, de fortaleza personal, que bien comparto con usted es erróneo. No por sentir, por decir los sentimientos se es más o menos débil, fuerte.
Prejuicios que a quienes así ahora son no más vulnerables, pero si más sensibles, por lo que si tengo que ver la parte buena de esa etapa es esta parte.
Lo curioso es que ese cariño por quienes así educaban era mayor, se convertía casi en un referente, se ganaban un respeto, admiración. Su fortaleza, impactaba ¿verdad?
Siguiendo sus palabras y con todos mis respetos, sin ofender, un ejemplo y como usted dice, -el Alzheimer – esta enfermedad hace que al olvido, la sensibilidad aflore, y sentir, ver como tanta fortaleza se derrumba hace que la sensibilidad de quienes antes no la sacaban, salga. Pero tanto con esta enfermedad como sin ninguna, tan sólo con el transcurrir de los años, se quiere más el afecto que ninguna otra cosa.
Los prejuicios no son sólo de una persona, son de una sociedad que cree que decir las cosas, es de flojos, de sensibles, -de gallinas-. Los prejuicios que no nos permiten ser sinceros con nosotros mismos, y eso que no hay nada más bonito que decir lo que se siente.
Las palabras, siempre están y vienen bien, pero los hechos, sin tener en cuenta lo que pueda pensarse, nos puedan decir. Si bien es verdad que hay veces que me puedo pensar si decirlo o no, más que por mí, por cómo se lo puede tomar la otra persona, quién lo rodea, porque no son sólo los prejuicios, es ese “miedo” a perder, a que se dé a malas interpretaciones, una manera de incluso proteger lo que se quiere, a quién se quiere.
Y me da coraje, porque por esto, muchas veces dejo pasar el tiempo, hoy, mañana, sin decir mis sentimientos, por este miedo, esa sensación de lo que puede pasar, cómo se entenderá. Y es una bobería, porque cuando se dice lo que se dice, pocas interpretaciones se tiene, querer es querer, y soñar es soñar, no tiene más vuelta de hoja ¿no cree amigo?
Comparto con usted, no me gustan los anónimos, creo que si bien le da un poco de misterio, no tiene tanto valor, tanto afecto, o simplemente la comunicación es generalizada en mi entender, porque desde el anonimato se habla por esto mismo que antes hablábamos de mostrar la vulnerabilidad de pensamiento, sentimiento, a los demás, y el mensaje al receptor es muy generalizado, sin embargo, con firma, al menos podemos saber conocer un poco de esa persona, saber quién lo escribe, una realidad de no ser algo fingido, a mí personalmente me gusta, prefiero saber quien lo escribe, me ayuda hacerme una idea mejor de qué quiere decir, y cómo lo dice… quizás poco sentido tiene, pero a mí al menos, me ayuda. Un seudónimo, al final se sabrá quién es, pues no se esconde…
Al final, la palabra no es más que una prolongación de nosotros mismos, como yo, aún pecando de modestia, en este tema, quise mostrar esa parte que siempre me preocupa, hablar, opinar, sabiendo del poder que tiene la palabra. De decir que no debemos usar la palabra por usar, darle mayor potencia y significado en nuestras vidas, usarla como apoyo a sentimientos…
Gracias, no deje de pasarse siempre que lo desee 😉
Un abrazo, gracias.
Cuántas veces me habré tirado de los pelos por haber las palabras dichas sin sentirlas, por herir, después de un enfado. Y las demás que no he dicho por miedo a quedar mal, lo que supone ser rechazada, burlada. Siempre esta el típico de turno que bromea con los sentimientos, y eso es algo que a mi me afecta, si expreso lo que siento no me apetece nadie se ría, son mis sentimientos, si me riera de lo de los demás no gustaría.
Le doy la razón Alberto, cuanta mala educación hemos tenido a lo largo de los siglos y ahora aquí los resultados, una sociedad insensible, los sentimientos son intocables, y nos reímos, no podemos manifestarlos por que tenemos que ser fuertes… Sin faltar respeto, ¡¡fuertes trapos!! Que más grande que decir te quiero, gracias, quejarnos, llorar!!
Gracias Arancha, Trébol, kekeke, eres la misma, por sacar estos temas, tu sinceridad y tu forma de ver las cosas de la vida deberían ser aprendida por muchos, en lo que me meto.
besitos guapetona rica.
¡¡¡Gran tema!!! Qué complicado el mundo de los sentimientos. Nos hacemos más daño que cariño, somos unos grandes egoístas, lo nuestro siempre lo mejor, ahora cuando se trata del sentimiento de los demás, nos creemos los más grandes y nos reímos, ahora que nos lo hagan a nosotros que poco nos gustará.
A mí también de pequeño me decía, que lo niños no lloran, que eso son cosas de niñas!!! Si eso no es un error educacional, mostrar un sentimiento engañoso… cuando cambiaremos de pensar.
Hasta pronto.
Es cierto, Arancha. Cuando mi abuela materna entró en la fase intermedia del Alzheimer, toda esa «muralla» de férrea disciplina en cuanto a no exteriorizar sentimientos, se vino abajo… Buscaba que la arropasen, que la abrazasen, que la besaran… ¡¡para nuestro asombro!!… Porque al producirse una involución mental, vuelven a la niñez hasta que quedan en posición fetal, con los mismos gestos que un bebé… Por eso mis padres y yo disfrutamos tanto cuidándola.
En mi caso, además, ella no sólo fue una abuela, sino una madre (de ahí a que mi tendencia – recalco lo de la tendencia – sea no mostrar sentimientos, porque es lo que he visto desde siempre) y, por la enfermedad, se covirtió en mi hija, en mi bebé…
De todas formas insisto en que es una cuestión opinable ésta de si se ha de mostrar o no los sentimientos. Tampoco podemos juzgar a aquéllas generaciones que nos precedieron por actuar de ese modo. Hoy lo vemos desde «nuestro» punto de vista pero, en aquel tiempo, creían conveniente esa educación. Y no olvidemos que dentro de varias décadas, las siguientes generaciones considerarán gran parte de nuestras costumbres actuales anticuadas y las criticarán, con razón o sin ella…
Por otra parte, aquélla educación o forma de ser tiene su lado positivo. Por ejemplo, ayuda mucho a ser discreto y prudente (teniendo en cuenta que son valores distintos entre sí y con la cuestión objeto de debate). Puede que resulte incomprensible lo que digo; incluso una barbaridad. Pero al menos en lo que a mí y a mi familia se refiere, ése es el efecto. Lo que no quiere decir que siempre se consiga, por supuesto. Hay situaciones extremas que desbordan, como el Alzheimer.
No es menos cierto que a la discreción y a la prudencia se pueden llegar por otras vías completamente distintas a esa forma de ser y de ver la vida.
En fin. Todo tiene sus matices y es interesante – al menos para el abajo firmante – saberlas, estudiarlas, «ponerse en lugar de» para comprender mejor a personas y situaciones, independientemente de que se esté o no de acuerdo.
Un abrazo,
Alberto.
Alberto,
Gracias por abrirse de esa manera y compartir conmigo y con el resto de amigos estas cosas, que nos pueden ayudar a ver las cosas de otra manera, a como usted bien dice aprender, que creo en mi modesta opinión es lo más importante que podemos recoger más que juzgar de nuestras cosas, experienicas y sentimientos. Esa al menos es mi filosofía. Prefiero compartir y aprender antes que juzgar, con mi opinión, pero sin sobrepasar.
Es curioso, cómo el subsconciente nos devuelve a donde no debíamos de haber dejado estar, cómo somos reeducados, o mejor dicho cómo somos reseteados a nuestra infancia, para convertirnos en adultos, nos cambian los conceptos de las cosas y demás para cuando seamos grandes, adultos, y yo a eso, aunque tengo un poco o me considero adulta no he dejado que se vaya, me niego. De ahí que aún graves enfermedades, -es sinónimo de decirnos-, tú olvídate que yo te regreso a tu esencia, es lo que en parte viene a decirnos estas enfermedades, generalmente todas tienen mucho que ver entre ellas, toda enfermedad ataca nuestra mente, y nos regresa a nuestros orígenes; la infancia. Por eso será que solemos decir, tierna y dulce infancia.
Sabe que apuesto y creo firmemente en que no hay nada mejor que demostrar los sentimientos, sí, es cierto que como también dice, dependiendo de la generación puede verse adecuado o no, pero no creo sea más enriquecedor personalmente cuando nos guardamos los sentimientos, porque eso nos hace más inaccesibles, nos ponemos miles de escudos y barreras, y no sólo nos engañamos nosotros, sino que damos un falso cariño, muestra de ánimo.
Y es que me parece «sin sentido» no decir, cómo nos sentimos, si estamos tristes, alegres, si hay algo que nos preocupa, lo que queremos, en fin, todas las muestras de sentimientos. Aunque es verdad que tiene el contrapunto de quién lo recibe, pues es curioso cómo nos reímos o asombramos, de quién hace esa muestra, y cuando la hacemos nosotros, no nos gusta nadie se sorprenda, ría. En ese sentido somos egoístas, pues deberíamos pensar que a nosotros no nos agradaría.
Personalmente de pequeña aunque no lo parezca era muy callada, y a medida iba creciendo iba expresándome, y creo que era por eso, porque me sorprendía como al decir lo que pensaba o sentía había como un poco de sorpresa a mí alrededor, pero con el tiempo me he ido convenciendo de que no me debía de importar y decir lo que siento, no dejarlo dentro de mí, porque eso, me hace no más vulnerable, pero si me enpequeñece, no a nivel de nadie, sino personal. Y es una manera de crecer, así creo.
Respetando por supuesto y sin prejuzgar a nadie, cada uno es libre, pero si es verdad que esta educación, esta cultura debería de cambiar. Aunque amigo, usted dice, generaciones futuras nos verán con otro punto de vista, me da que no, fíjese que hablamos ahora de generaciones pasadas, a lo mínimo de cuarenta, cincuenta años, los que nos pueden un poco más directamente tocar y los que por obviedad nos van más lejos, pero que en definitiva las cosas poco han cambiado, se sigue pensando en que los hombres son fuertes y no lloran, que eso es cosa de niñas, como si nosotras las mujeres fuésemos débiles, un punto de vista erróneo, no tienen que ver los sentimientos nada o poco con la fortaleza.
Por supuesto comparto con usted, que tiene una parte que da discrección y prudencia, pero más que lo de no mostrar los sentimientos, esto podría hacerse igual, mostrándolo, para mí eso forma parte más de educación, de un saber estar, de no decir, por decir, aunque si fuéramos menos dañinos, con intenciones de dañar a los demás, esa mala intención esto tampoco sería tan imprescindible. Y ojo, le hablo yo, que si algo soy o creo serlo, es prudente, me cuesta abrirme. No tanto mostrar mis sentimientos, lo que pienso o siento, pero sí a cosas muy personales, soy muy tímida.
Gracias Alberto, por matizar aquí, por abrirse, por permitirme también a mí, que junto a usted y los demás amigos, a vuestros comentarios me pueda abrir. Decir las cosas que pienso y siento. Comprender un poco más, mis sentimientos y los de los demás…
Seguimos,
Un abrazo.
Arancha | Trébol
No nos engañemos, vivimos en una sociedad que cada uno va a lo suyo, cada vez hay menos confianza en hablar y contar a los demás, estamos infectados de miedo, como decías arancha de que se nos rían en la cara… Justo hoy comprobé horrorizada como imagino que un empleado le decía a su jefe que no fuera una señorita, en tono burlón, ese hombre estaba afectado, por lo que pude ver… Lo que quiero decir como bien he leído, si no es una emoción personal, nos importa un comino, por no decir un carajo, perdón la palabra. Un mundo hipócrita.
Con lo práctico que es dejarse llevar, mostrarnos como somos.
Si tengo que llegar a enfermar para que me digan, me quieren, no quiero ningún afecto…
Un abrazo.
Cada vez que estoy triste, siento soledad escribo, las palabras me ayudan a desahogarme, quitar el vacio de no tener un hombro en quién apoyarme. Eso mismo confieso el miedo de que se rían, mal interpreten, incluso luego las reprochen. No me apetece, no quiero sentirme frágil, me eche en cara el de turno mis cosas, MIS SENTIMIENTOS ROTOS los utilicen en hacer daño.
Miedo, para mi prudencia… Si tuviera que declararme a alguién me costaría por esta razón.
Gracias Arancha, me cuesta decirte trebol, para siempre arancha. Me gustó el asunto.
Un bs.
Justamente señorina, las palabras son la razón de nuestra existencia, porque de ellas nacen nuestros sentimientos. Permanecí en observación de sus palabras, hasta ahora, creo que es momento ya de hacerme más presente. Me gusta como expresas y sientes, eres un cielo de niña.
Gracias señorina, por bajarnos los pies a la tierra, a este mundo egoísta, de palabras personales.
Un sentido abrazo.
Marta, por si te sirve de consuelo, a mí también me libera escribir, no sé, es como hablar en silencio con alguién, aunque probablemente esas cosas nunca a nadie le interese, o respondan; a mi me hace sentir bien, más que por los demás, reconozco en gran medida escribo porque me gusta, porque me hace sentir bien… Es si se quiere, por mi parte un acto de egoísmo. Por lo que pido disculpas, aunque de igual modo disfruto muchísimo, por lo que a vuestros comentarios comparto y aprendo, más de lo que puedes imaginar.
Y a lo que si me permites, no sientas nunca, ni te reprima lo que los demás puedan pensar y hacer, si rien, reprochan. Quién hace eso, lo hace con el sentimiento de no sentirse bien, y usan eso sabiendo es algo con lo que pueden herir; a esto siempre digo, allá con su consciencia, el día reciban igual trato, sentirán lo que en su momento hicieron. Que eso no te prive de hacer cosas, de escribir, expresarte.
Aquí al menos no. Todo mi cariño, mi respeto por querer hacerlo, por abrirte tanto tú, como el resto de amigos(as).
Ah y no te preocupes, Trébol, Arancha, soy la misma 😉 Así que como te salga.
Un abrazo.
¡¡Hola Joselu!! ¡Qué bueno verte! ¡Ése Italiano, señorino! Sé que estabas en la retaguardia, y me alegra decidas salir al frente 😉
Creo que todos de alguna manera tenemos los pies en el suelo, lo que pasa es casualmente lo que decía Naufraq antes, que la gente se reprime por miedos, pero que decir y hacer lo que sentimos no es malo, creo que eso nos hace más sencillos, no ser perfectos.
Y sí, vivimos rodeados de egoísmo y envidia, de querer todo lo de los demás sin valorar lo nuestro y eso me parece una «pena».
Espero seguir viéndote aquí al frente, y que podamos disfrutar los demás de ti, a prender también con tus experiencias, que no son pocas.
Gracias de corazón; estas cosas hacen que no desanime en escribir. Gracias.
Hasta pronto señorino.