Sabemos que en gran parte la vida es cosa de «locos», pero también sabemos todos nosotros quienes habitamos el mundo y conformamos la sociedad que en gran parte somos quienes hacemos de la vida, una locura.
Entre formales e informales. Entre sosos y fiesteros; banqueros, economistas, sacerdotes, policías, abogados. Carpinteros, pintores, albañiles, camioneros, repartidores, dependientes…
Entre apariencias y formalismos, la chispa en la vida de gentes trastos y rebeldes, no sería algo nuestro si no estuviéramos más locos que cuerdos, con nada de formalismo a ése formalismo impuesto por la sociedad de las apariencias. Y que, de no ser por ésta bendita locura, qué sería de la vida loca.
Sabemos que parte de la loca aventura consta de proyectos, deseos e ilusiones, sin tener en consideración el mieod y las inseguridades: crear historias, y hechos que hacen a la vida sea cosa sólo de locos, sin embargo, por contra el baile de participar lo que le da ése toque de locura sana a la vida….
Y participar de la vida locamente, es divertidísimo.
Entre formales parlanchines, y falsas apariencias, la presencia del informal que pone cordura y sentimiento a la vida. La locura de saber que no estamos locos.