Desde la dulce y frágil añoranza que se manifiesta en mí, del mismo modo que las sombras miran con ternura a las luces cuando se engendran entre sí, te recuerdo a cada segundo. Sufro en silencio tu ausencia, me desarma la soledad hostil. A pesar de que me recomiendan que desmorone a la melancolía, haré todo lo que está en mi mano para no caer en la sombra más oscura, fría y tenebrosa que me aleja de ti.
Surge en mí la sombra de la duda. ¿Debería de quererte? ¿Debería de abrirte la puerta de mi corazón? ¿Debería de confiarte mis pensamientos más profundos? ¿Debería de creer cuanto dices que me quieres? ¡Son tantas las preguntas que me planteo! Soy consciente que no me llevará a ninguna parte andar por este camino de la desconfianza. Desde este preciso instante, voy a quererte, a abrirte mi corazón sin condiciones, te confiaré cada uno de mis pensamientos, y creeré fiel a tu cariño. ¡Solamente me importas tú! ¡Te extraño tanto! ¡Necesito compartir contigo tantos ratos de vida! Verte ahí, desmorona toda la añoranza que noté al no sentirte respirar, al no ver tus ojos azules, al no tocar tus manos rugosas fruto del esfuerzo, y al no ver tu sonrisa idéntica al elixir de la felicidad. Son tantas las dudas, que solamente tu presencia guarda la fuerza necesaria para oponerme a ellas, y salir victoriosa de la nostalgia.
Colmada de seguridad y amor, aun después de todas las sombras que encontré en mi camino, regreso confiada al calor que tus brazos tiernos, frágiles y compañeros depositan en mí.
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