He de reconocer que desde hace unos años sostengo una adicción a toda aquella situación, así como al acontecimiento que contenga un indicio de vida. No lo puedo corregir, supera cualquier estado de ánimo con predisposición a mirar, e incluso a juzgar los hechos que me suceden en primera persona en el carácter más desfavorable. Mantengo una dependencia máxima de cada una de las personas a quienes adoro desde lo más hondo de mis entrañas, y me seducen con el conjunto de cualidades que les hacen ser unas personas agradables y naturales. Es tanta la necesidad que tengo de que permanezcan muy presentes en mi vida, que no tengo ni la más mínima intención de deshacerme del ímpetu más íntimo que cada uno de ustedes me dan para que yo continúe dándole alas a mis anhelos. Si en algún momento requiero administrarme la medicina que me cura cualquier padecimiento, solamente he de llamarte.
¡Soy adicta a la vida que me alimenta el espíritu! ¡Soy adepta a ti!
He pasado por situaciones muy complicadas y al principio pensaba que la vida no tiene sentido, o cómo saldré de eso teniendo pocas ganas de vivir también un montón de veces. Y, ahora, es todo lo contrario. No me voy a dejar pisar. Tu lo dices, y no puedes hacerlo más claro. Tenemos derecho a vivir, y hemos venido a eso ¿o no amiga?
Salu2.
Pues sí amigo. Nadie nos puede quitar ese derecho, pues aquí llegamos todos en igualdad de derechos, aunque luego las circunstancias no nos hagan iguales, pero hasta vivir eso de un modo que no sea un drama depende de nosotros. Así que Eros, a vivir y que nadie te quite las ganas de vivir, amigo.
Un fuertísimo abrazo.