Me despierto y ahí te hallo. Suena una alegre y armoniosa melodía que entrecruza con tu luz la ventana de mi habitación filtrándose en mi alma. Sin demorarme más tiempo me encamino a captar tu presencia a ese otro lado del lugar que habito. No existe en toda la faz de la tierra un amanecer más extraordinario que aquel que nace en el momento que abro los ojos y descubro el resplandor de tu mirada. Quizás lo ignoras, pero yo te lo declaro; eres la compañía de mis sueños y el anhelo de mis despertares.
Para cuando nos hemos dado cuenta, la ventana permanece entreabierta y los dos estamos cogidos de la mano dispuestos a seducir a este nuevo día que contento se enciende al alba.
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