No puedo dejar de considerarme una privilegiada de la vida. No puedo dejar de decir cada día, GRACIAS.
No puedo dejar de hacer las cosas que me pide el corazón, y menos dejar de decir aquello que siente. La razón es tan explícita y clara, que cuando dudo de ello, al despertar, me asomo a la puerta, a la ventana y veo como el resplandor de las casas con el sol estallando por las paredes y ventanas, el sonido de los pájaros, de la gente pasando, de los coches que van y vienen de arriba abajo, del vecino que se levanta para ir a trabajar, el otro que tiene por costumbre cada amanecer ir a dar su paseo, a llevar a los niños a la playa… La calle se refleja de un aló de ilusión y resurgir que llena de vida. Amanece un nuevo día, y comenzaré a exprimirlo, y esto es para sentirme privilegiada, y para decir siempre ¡GRACIAS VIDA!
Que privilegiada me siento…
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