24 de diciembre. El mundo entero celebra el nacimiento de Jesucristo a los pies de una pequeña cama de paja construida en el establo de un buen señor que le prestó a la Virgen María y San José el lugar para resguardarse de las inclemencias nocturnas.
Todos los ‘mesones’ ya están completos de familias que esperan a que lleguen las personas que faltan por unirse a la fiesta de la vigilia de Navidad. Las cocinas a estas horas de la tarde ya soportan un trasiego difícil de calcular de ilusiones y risas que son idénticas al de las autopistas cuando se colapsan en las fechas de salida de las estaciones estivales o incluso de Semana Santa. Miguel y Laura ya están preparando las aceitunas, el queso, el jamón serrano, y el pavo a la naranja que ya está a punto de salir del horno. Los langostinos al ajillo y el pescado encebollado está en manos del patriarca Ramón que se encuentra muy pendiente de pie frente a los calderos y con las pinzas en la mano en el hornillo de gas portátil. La abuela Loreto se asoma a la puerta del patio donde van a sentarse a cenar para que nadie la vea secarse los ojos que están llenos de lágrimas por el amor tan grande que se respira en cada habitación en donde unos cuentan cómplices lo acontecido en el año, y otros con la rebelde intención de asustar al resto tiran petardos. Los nietos, los hermanos, y los bisabuelos afinan en sus manos impacientes la zambomba, la pandereta, la guitarra, las maracas y la botella de anís con la que independientemente de quien profesa determinada fe o que no es cristiano ni de ninguna de las otras grandes religiones que creen en un solo Dios van a reunirse en la mesa en esta Navidad unidos por el deseo de la salvación y dando ritmo con los villancicos durante toda la noche y hasta que el sol vuelva a salir. La humanidad celebra el signo de la vida. Nace el Señor y con él la confraternidad universal en una noche donde reina la paz y la armonía entre las personas del mundo.
Loreto alza la copa al cielo, y conmovida dice: —«Un brindis por las personas que no están a nuestro lado, y que nunca han dejado de estar aquí con nosotros»—.
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