Apagué la luz de la luna prófuga en mi habitación, y descolgué el sol para comenzar ahora de nuevo la hazaña inusitada de tocar el cielo refulgente con las palmas de las manos, cuando de nuevo vuelvo a quererte, ya que, tú, eres la luz de mi mundo. Son tantas las circunstancias que nos quedan por vivir, y también una multitud de cosas por aprender que ahora no te puedes regresar a la más oscura soledad de tu refugio. Si te marchas mi corazón sentirá tu rechazo, la respiración se agita y se me queman las entrañas. Soy consciente de la experiencia tan extraordinarias que construyo siempre que permanecemos unidos, transgresores tú y yo de la rutina más reincidente. Se ha hecho la luz.
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