Cada vez que tú me declaras cuánto me amas, además de lo que me echas de menos, mis pensamientos no desisten de pensar en ti, y mi corazón agitado por tu amor, sólo logra estremecerse un poco más. Créeme amor; es tan profundo el afecto que ahora siento por ti, que ya, de una vez por todas comienzo a entender por qué en las ocasiones cuando me hablas me muestro tan insegura y recelosa de mí misma. En lo que llevo de vida, nadie me ha expresado un sentimiento de pasión, de alegría, también de intimidad e incluso de compromiso similar al que tú me muestras actualmente tan ardiente y lleno de pasión. Es entonces, por el miedo que nace en mi interior al qué dirán cuando me alejo de tu lado despavorida.
Me parece que todavía no te he contado una cuestión que me perturba desde bien niña, y no me ha dado la posibilidad de avanzar en libertad durante tantos años de mi vida. Quizás, hoy, sea el momento propicio para confesarme. Desde bien pequeña tengo alergia para expresar a los demás mi estado de ánimo, de la misma manera que me cuesta un montón manifestar cualquier tipo de afecto, ya sea con palabras o gestos físicos. En absoluto hago responsable a nadie de ello. Entiendo que las responsabilidades de mis actos solamente me pertenecen a mí. También es cierto, que nunca nadie me ha tendido la mano, ni tan siquiera me ha dado un abrazo; siempre me he curado sola las heridas, igual que en solitario alimento a mi alma. Sin embargo, y de la misma manera que surgen los milagros, tú has aparecido en mi vida, y desde entonces esta reacción alérgica ha desaparecido de golpe y porrazo con el antídoto del amor que tú me das.
Se han evaporado cada una de las excusas a las que me aferraba con la única intención de no exponer mi alma al peligro del desamor, y ya no voy a continuar enmudeciendo la sed de cariño que necesito calmar, asimismo, del calor que preciso que enciendas con tus besos y caricias. A partir de ahora, ya no le daré más vueltas a la cabeza; sencillamente, voy a expresar aquello que quiero, de la misma manera que le pediré al mundo aquel tipo de afecto que me escasea en cada momento. Por favor, si en alguna ocasión vez que recaigo en la desidia de mis temores, no dudes en volver a darme un sorbo del antídoto de tu amor, ya que, se trata de la poción para no agonizar en silencio de desamor.
¿Dónde puedo conseguir tu antídoto aranchita? Te lo pregunto ahora que te veré en persona, je, je.
Querida Arancha, nadie me conoce mejor que tú, y bien sabes que a mi a día de hoy también me cuesta en muchas ocasiones pedir un beso, un abrazo, una palabra cariñosa, o lo que sea, y me crea dolor. Quiero poder pedir, y que me den ese cariño que todos queremos tener.
Menos mal que te tengo a ti que me conoces y sabes cuando no estoy bien, y alegre. Eres la mejor amiga mi niña.
Lo sé, en muchas ocasiones hablamos sobre esto, y tú también sabes lo que yo pienso. No puedes permitir que porque nunca nadie te haya cuidado o dado muestras de afecto tienes que dejar que tus necesidades afectivas «se mueran de desidia». Todos necesitamos que nos abracen y nos digan lo que importamos, yo también, no creas que no.
Un fuerte abrazo…