La televisión está encendida y no despego los ojos de la pantalla. No puedo permitir que se me pase de largo este momento que es uno de los más importante de todo el año. En la sala de estar se escucha una barahúnda del sonido de mi familia y amigos que juntos estamos esperando para celebrar la salida del año viejo, y la entrada del año nuevo.
A las 23:59 del 31 de diciembre el carrillón baja, en 8 segundos suenan los cuartos, —«tin-tan … tin-tan … tin-tan … tin-tan». Después, y cada 3 segundos suena una campanada, y hay que tomarse una uva, —«ton… ton… ton…». 36 segundos que son el tiempo que rigen las 12 campanadas que dan vida al año nuevo, 2018.
Una a una las uvas han ido desapareciendo de la copa que sostengo en la mano izquierda. ¡Feliz año nuevo! El 2018 ya es una realidad y la emoción por haber cruzado de nuevo de un año a otro en compañía de las personas que amo me desborda profundamente de gozo. En la sala de estar se desata el escándalo de los pitos, y los mata suegras, al tiempo que los confetis y las serpentinas vuelan por encima de nuestras cabezas. En repetidas ocasiones, y mientras nos damos abrazos llenos de afecto y buenos deseos exclamamos con alegría: —«¡¡Feliz año nuevo! ¡Feliz 2.018!»
El jolgorio y la risa se ha colado hasta lo más profundo de nuestro estado de ánimo y para celebrarlo movemos el esqueleto al ritmo de la música que procede del equipo de sonido.
—«…Y vamos abriendo puertas, y vamos cerrando heridas, porque en el año que llega vamos a vivir la vida».
Infinidad de deseos compartidos que se confabulan en todo el planeta en un propósito en común: crear un mundo en donde cada día sea una realidad la prosperidad y la armonía para todas las gentes, y donde cada uno muestre su lado más sensible e inclusivo al resto de la sociedad.
Son innumerables los instantes que he vivido en esta noche vieja que no desaparecerán jamás de mi memoria. El 2.017 ya finalizó. Uno de mis propósitos para este nuevo año desde este mismo momento es vivir al máximo cada una de las experiencias que me brinda la vida con las personas que ocupan un lugar preferente en mi corazón. Es tanto lo que aún me queda por descubrir y disfrutar a lo largo de esta nueva etapa que ya ha dado el pistoletazo de salida que lo voy a vivir sin pudor, y también sin prejuicios. Alzo mi copa llena de cava:
—«Abriendo puertas, cerrando heridas, que en la vida hay tanto por hacer deja tu llanto y echa pa’lante con fe. Abriendo puertas, cerrando heridas, yo te lo digo de corazón que el año nuevo será mucho mejor».
—«¡FELIZ 2.018! ¡Amor, salud y paz para el mundo!»
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